Cara de idiota

Seguro que a un diputado francés se le ocurrió la brillante idea de exigir que todos los que declaran sus impuestos proporcionen también información sobre sus cuentas en el extranjero. Casi puedo oír a más de una persona repitiendo “el que no tiene nada que ocultar no tiene nada que temer”. Yo no tengo ni nada que ocultar ni nada que temer. Pero eso no me quita la cara de idiota cuando pierdo una hora de mi vida buscando, para cada una de las cuentas que tengo: la fecha de apertura, la dirección postal del banco, el número de cuenta, y quién sabe qué más. De hecho, ¿Dónde sale la fecha de apertura? Ni siquiera es información que puedas encontrar fácilmente en una cuenta. Yo no recuerdo ni qué año creé qué. Y, ¿qué dirección poner? ¿La agencia? ¿La central? ¿Les importa? ¿Alguien va a realmente leer esta información?

¿Es que acaso nadie toma en cuenta el tiempo perdido al declarar cosas inútiles? Así como cuando toman en cuenta el tiempo ganado por los ciudadanos para demostrar si la inversión en una nueva línea de metro es “rentable” o no, yo propongo que alguien haga la cuenta de cuánto tiempo va a perder en total la gente al rellenar un formulario adicional antes de decidir si eso compensa atrapar a un evasor despistado que decide declarar su cuenta secreta en las islas caimanes.

Y ya que estamos en el tema de la burocracia francesa, ¿A quién se le ocurrió que tengo que hacer una declaración mensual de “Exportación de servicios” por cobrar una factura al mes a una empresa española? Excelente manera de fomentar el negocio intra-comunitario. Se nota que se han esforzado muchísimo en ayudar a pequeños empresarios empezar un negocio. Pero por alguna razón, si te desvías en lo más mínimo del camino ideal de emprendedor que ha trazado el gobierno, te das con la dura realidad: Francia es un país que tiene como prioridad dar trabajo a burócratas.